jueves, 1 de noviembre de 2012

El drama humano



Hace algunos días leí en clase un artículo de Jacques Bidet sobre la injusta distribución de la riqueza en el mundo y, al finalizar,  una joven estudiante me preguntó ¿Profe, usted es comunista? No, le contesté: ni comunista ni capitalista;  quiero ser humanista en sentido cristiano; me preocupa el  drama del hombre que, alcanza grandes conquistas científicas, pero su vida es cada vez más triste e infeliz.

Dice Albert Jacquar que la miseria del mundo posee una actualidad que es mucho más candente que la rivalidad entre el comunismo y el capitalismo.  Hay una actitud reduccionista que considera como izquierdistas a quienes se preocupan por los pobres y derechistas a los que se preocupan por la riqueza; esto no es así. Innumerables personas trabajan por los desfavorecidos sin asumir las posturas políticas antes mencionadas. Ejemplo de lo anterior fue el famoso sacerdote católico Hélder Cámara, luchador incansable por la justicia social y los derechos de los pobres en Brasil. Cuando sus detractores lo tildaban de comunista decía: “Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista”.

El drama humano le ha quedado grande a las ideologías. Ni el liberalismo ni el marxismo han podido solucionar los traumas sociales y la humanidad ha entrado en una peligrosa situación. Da la impresión que, dramáticamente, y a pesar de los cuentos de hadas que nos quieren contar,  esto que conocemos como humanismo es un proyecto fracasado.

Y digo que es un proyecto fracasado, porque hasta los que se declaran abiertamente humanistas, hacen todo lo contrario a lo que dicen y no ven a las personas como seres dignos sino como objetos manipulables. Voy a poner como ejemplo unas cercanas afirmaciones políticas. Algunos sectores de oposición repiten constantemente que “hay que trabajar el voto de los sectores populares”. Caramba, a los sectores populares hay que acercarse para ayudar a resolver los problemas que viven, y no pensar solo en la rentabilidad política. Hay que respetar a la gente y no ser tan descarados. En el mismo orden de ideas,  el presidente Chávez hace algún tiempo, comentaba en una de sus acostumbradas cadenas domingueras que, antes del referendo revocatorio del 2004 estaba un poco bajo en las encuestas y Fidel le recomendó que implementara las misiones sociales para elevar su popularidad. Yo no si el presidente estaba consciente de lo que decía, pero si eso es verdad, no me vengan ahora con historias de amor.

No podemos esconder la cabeza bajo la tierra como el avestruz, y dedicarnos a vivir lo mejor posible mientras se pueda, porque estamos ante un gravísimo problema. La pobreza crece en todas partes; los jóvenes no le ven sentido a la vida y son presa fácil del ruido y la droga; cada vez es más difícil conseguir trabajo para mantener o formar una familia; la tercera edad es un calvario de carencias, preocupaciones y decepciones. Pareciera que en el horizonte solo se vislumbra una cosa: miseria.  Todo esto lo profetizaba el citado Albert Jacquar en 1996  cuando decía: “Es urgente que todos los habitantes de la tierra tomen conciencia del drama humano que se avecina y se conviertan en hombres políticos, es decir, en personas comprometidas con la única guerra justa: la guerra contra la miseria”.

Por eso repito, cuando hablo de este tema, no me mal interpreten, porque no busco arrimarme a ningún sector político: ni comunista ni capitalista, más bien preocupado por el drama humano. Twitter @zaqueoo

No hay comentarios:

Publicar un comentario