martes, 27 de marzo de 2012

De qué hablamos cuando hablamos de correr

El pasado 16 de de marzo viajé a Caracas por avión en horas de la mañana. Siempre trato de llegar temprano a los mostradores de las líneas aéreas para ahorrarme el fastidio de las colas y seguir el consejo del desaparecido Renny Ottolina: “Vale más esperar en el aeropuerto que desesperar en la vía”. Pero ese día no pude evitar encontrarme con numerosos viajeros, y entre ellos, a muchos “maratonistas” guayaneses que se dirigían a la isla de Margarita para participar en una carrera. El grupo no disimulaba la emoción y así lo hacían saber enviando mensajes o fotografías por redes sociales o correos electrónicos. Es increíble la forma como se ha generalizado en los últimos tiempos esta actividad; cuando llegué a Caracas mi cuñado me comentó que el domingo anterior había corrido “unos 10K” y el siguiente iba a participar en otro evento similar. Cabría preguntarse, utilizando el lenguaje coloquial, “por qué se ha desatado esta fiebre del trote”. La respuesta más sencilla siempre reduce al asunto a la competencia o la salud, pero la cosa va mucho más allá

Haruki Murakami, escritor japonés de prestigio internacional, además de dedicarse a la literatura es maratonista y su obra más personal titulada De qué hablo cuando hablo de correr la dedica a explicar lo que significa para él esta actividad. Dice Murakami: “la mayoría de los métodos que conozco para escribir novelas los aprendí corriendo cada mañana”. Personalmente disfruté la lectura del libro porque me siento identificado con algunas ideas que allí se exponen. Hace algunos años, un humorista se burlaba de los corredores mañaneros diciendo que “no entendía qué hacía una persona corriendo por la calle a las 6:00 de la mañana, si nadie lo perseguía y no estaba persiguiendo a nadie”. Voy a decir algo que a muchos les parecerá una exageración: correr es una forma de filosofar. Es cierto que unos corren para competir y otros para mejorar la salud, pero hay más, es una experiencia enriquecedora que podemos aprovechar más allá de los beneficios que produce el ejercicio.

Del libro de Murakami se pueden extraer muchas reflexiones para ejercitarse en el trote y para enfrentar la vida; por ejemplo: la mayoría de los corredores famosos, para estimularse durante los maratones recitan mantras que les ayudan a soportar los 42,195 km; el que más le impresionó a Murakami fue: “el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”. La dureza del trayecto es inevitable, pero poder o no poder queda al arbitrio del interesado. Así es la vida: los problemas son inevitables, la forma como se afrontan y el impacto que producen depende del que los sufre.

Otras reflexiones para corre y vivir, de esta breve “filosofía del trote”: para llegar lejos hay que conocer y mantener el “ritmo personal”; todos somos diferentes, si queremos continuar y no detenernos lo importante es no romper nuestro ritmo. Esto puede ser un consejo de un entrenador, pero se parece a lo que dijo Ernest Hemingway como recomendación para escribir novelas largas: “continuar es no romper el ritmo”. Por otro lado, para acondicionar el cuerpo es bueno considerar que “el músculo se adquiere con dificultad y se pierde con facilidad, la grasa se adquiere con facilidad y se pierde con dificultad”. Lo mismo pasa con el alma: las virtudes se adquieren con dificultad y se pierden con facilidad, mientras que los vicios se adquieren con facilidad y se pierden con dificultad.

Hace días me dijo una persona que escribir era fácil, porque en este tiempo hay muchos problemas y grandes preocupaciones que sirven de inspiración. Es verdad, pero también hay cosas buenas que trasmiten alegría. Por eso decidí dedicarle este artículo a la alegría de correr; la que vi en los rostros de los que viajaban a la carrera de Margarita y la que trasmite Murakami en su libro, que puede enseñarnos también la alegría de vivir. 

Twitter @zaqueoo

No hay comentarios:

Publicar un comentario