martes, 24 de abril de 2012

El poder mortífero de los jueces


El tema del momento son las declaraciones del ex magistrado Eladio Aponte Aponte que en entrevista concedida a una periodista extranjera descalifica gravemente a la justicia venezolana, señalando que no hay separación de poderes y que las decisiones judiciales son constantemente manipuladas por razones políticas o económicas. Cada vez que ocurren acontecimientos de este tipo, que ponen en entredicho el ejercicio de la judicatura en Venezuela, quienes estamos involucrados en la enseñanza del derecho nos vemos obligados a fijar posición al respecto. Eso trataré de hacer en este artículo.

Lo que resalta en la declaración del ex magistrado Aponte es una serie de acciones anti éticas que ratifican esa vieja máxima: “es muy difícil ser un buen profesional y no ser una persona honesta”. Pero reducir el problema solo al aspecto moral, sin atender al rol que deben cumplir los jueces en la sociedad, es evadir su verdadera magnitud.

La deshonestidad afecta a todas las actividades de la vida humana, pero me atrevería a afirmar que, donde hace más daño es en la función judicial. Piero Calamandrei, ilustre jurista italiano, escribe un libro que en este momento debe ser lectura o (relectura) obligatoria en todas las escuelas de Derecho del país: El elogio de los jueces. En esta obra, el autor, con una prosa elegante y amena destaca la importancia del juez en la sociedad; voy a citar brevemente dos párrafos: “El juez tiene efectivamente, como el mago de la fábula, el sobrehumano poder de producir en el mundo del derecho las más monstruosas metamorfosis, y de dar a las sombras apariencia eterna de verdades” … “Por ello el Estado siente como esencial el problema de la elección de los jueces; porque sabe que les confía un poder mortífero que, mal empleado, puede convertir en justa la injusticia, obligar a la majestad de la ley a hacerse paladín de la sin razón e imprimir indeleblemente, sobre la cándida inocencia, el estigma sangriento que la confundirá para siempre con el delito”.

Sobre los hechos concretos que denuncia Aponte en su entrevista hay que esperar para emitir opinión porque la gravedad de los mismos obliga a asumir una actitud prudente, hasta que los involucrados contesten y se demuestre la veracidad o falsedad de lo denunciado.

Lo que puedo decir en este momento, es que el gobierno no ha cumplido con el mandato constitucional que obliga a la profesionalización de los jueces y a la creación de la especialización universitaria en carrera judicial (artículo 256 CN). Formar a un juez es mucho más que enseñar ciencia jurídica, no basta ser abogado, especialista, magíster o doctor, hay que dominar el difícil arte de discernir entre lo justo y lo injusto. Y esto no se aprende simplemente en los posgrados que tenemos en la actualidad o con los cursos que dicta la Escuela de la Magistratura.

Cuando oigo a los amantes del pesimismo decir que, en Venezuela no hay justicia, y que hay que cerrar las escuelas de Derecho porque son absolutamente inútiles, recuerdo nuevamente a Piero Calamandrei: “El derecho mientras nadie lo perturba resulta invisible como el aire que respiramos; inadvertido, como la salud cuyo valor conocemos cuando nos damos cuenta de haberla perdido”. En este sentido, del mismo modo que las facultades de Medicina deben trabajar en busca del remedio de las enfermedades del cuerpo, las escuelas de Derecho están llamadas a buscar la cura de los traumas de la justicia, formando a un juez que domine las tres competencias que requiere un hombre para juzgar a sus semejantes: (i) Excelencia profesional, esto es dominio de la ciencia jurídica; (ii) Honestidad a toda prueba, es decir, sólida formación en valores y compromiso con la justicia; (iii) Profundo conocimiento de la realidad social. En conclusión, un profesional que sepa administrar prudentemente el poder mortífero que se le entrega a los jueces, y que con su actuación, en vez de escandalizar, se gane la confianza y el respeto de los ciudadanos. 

@zaqueoo

1 comentario:

  1. Para el ciudadano común, que sería otro punto de vista, tales declaraciones, entre las que incluye "yo he sido malo", lo que ocasiona es que se exacerba la indefensión, la impotencia a la que estamos sometidos los ciudadanos de a pié. Es terrible que estas cosas ocurran, aún tomando en consideración que muchos artículos de prensa dicen que se ha ratificado lo que ya se sabía o se sospechaba, porque con dichas declaraciones están virtualmente certificados los hechos que se sopechaban. Uno se siente muy impotente como ciudadano. Como dicen los jóvenes de ahora "demasiado" impotente.

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