José
Carlos Blanco Rodríguez
Resumen
Con
motivo de la decimosegunda edición del Foro Guayana Sustentable la Universidad
Católica Andrés Bello de Guayana ha
organizado un importante encuentro de
organizaciones sociales. Se trata de un evento que pretende reunir a diferentes
actores de la vida social para que
compartan sus experiencias y hagan propuestas para el mejoramiento del quehacer
comunitario. Entre los diferentes temas que forman la programación, nos ha
tocado disertar sobre la participación social, una actividad que constituye un ideal de toda sociedad
democrática.
En
el presente trabajo, presentaremos algunas reflexiones sobre el ejercicio de la
ciudadanía y las formas de participación social, porque es muy difícil hablar de
ella y no referirse a sus actores, los ciudadanos; Igualmente, es difícil
hablar de ciudadanía y no mencionar la participación social. La vieja idea de
que, se puede ser un buen ciudadano
cumpliendo la ley, sin meterse con nadie pero sin participar en nada hoy es insostenible, la ciudadanía se construye
con compromiso y participación.
Los
avances logrados en materia de participación social son indiscutibles, pero
falta mucho por andar. Existen obstáculos que no permiten alcanzar
los niveles deseados. Queremos destacar que todo extremo es malo, lo importante
es potenciar toda actividad que trabaje
en pro de los fines trascendentes de la sociedad, como son, bien común y el respeto a la dignidad de la
persona humana. A esto dedicaremos las
siguientes líneas.
Palabras claves:
participación, ciudadanía, bien común.
Introducción
Decir
que la participación social es una necesidad en las sociedades de este tiempo,
no es nada nuevo, bastante se ha escrito y dicho al respecto. No obstante, hay
que insistir, porque es muy difícil que la vida compartida se desarrolle sin la
colaboración de todos. En comunidades primitivas, o en algunas formas de vida
campestre, no urbana, es posible que sus miembros puedan vivir sin necesidad de
involucrase en el destino de la vida pública, pero la complejidad de la
sociedad actual no lo permite; su desarrollo requiere de la participación de
todos sus miembros.
Sobre
la participación social se pueden citar diferentes opiniones. La doctrina
social de la iglesia católica considera que la participación es un derecho
humano; dice la encíclica Pacem in Terris: “Añádase a lo dicho que con la dignidad de la persona
humana concuerda el derecho a tomar parte activa en la vida pública y
contribuir con el bien común”. Por otro lado la Octogésima Adveniens señala “El paso al campo de la política expresa
también una exigencia actual del hombre: mayor participación en las
responsabilidades y en las decisiones”.
(Ocho Grandes Mensajes BAC 1975).
Por
otro lado, la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela incluye a la participación social dentro de
los derechos políticos, y además, la considera un elemento importante para el
desarrollo de las principales funciones públicas. Históricamente,
la participación social es producto de un conjunto de conquistas morales que
engrandecen la historia del hombre. De ser una necesidad ética, pasó a ser un derecho humano, que hoy
reconocen la mayoría de las constituciones del mundo. Es el producto del
progreso en la construcción de la dignidad de la persona, un indiscutible avance
ciudadano; del súbdito gobernado que se limitaba a obedecer, se produce toda
una evolución a un ciudadano informado, crítico y activo que opina y se
involucra en las grandes
decisiones.
Así
pues, el derecho a la participación debe considerarse como algo que debe
defenderse y ejercerse. Pero este proceso no ha terminado, todavía falta mucho; si bien nos encontramos
con numerosas formas de participación social, todavía abunda la apatía, el
desconocimiento y hasta la desconfianza sobre este indudable valor social.
Considerando
que la participación social es el instrumento necesario para construir una
sociedad solidaria, creemos que esta no se alcanza si no se construye una
verdadera ciudadanía. En consecuencia, es importante destacar que, la participación no es un fin en sí misma, ni
debe manipularse por intereses políticos, más bien es el camino para construir
y mantener la sociedad deseada; una sociedad civil democrática no puede existir,
sin hombres comprometidos con las tareas que hay que realizar para alcanzar
esta meta.
Queremos
resaltar que sin verdaderos ciudadanos la participación social es una ilusión.
Por razones de espacio, el análisis no puede ser exhaustivo, por lo tanto, en la
primera parte se analizará la influencia de los intereses particulares en las formas
de participación social, en la segunda se revisará la regulación constitucional
y la experiencia de su aplicación, en la tercera el perfil del ciudadano;
terminaremos con una breve conclusión al respecto.
1 -
La participación social y los intereses particulares
Uno
de los problemas con que nos encontramos, al tratar de sensibiliza a la gente
para que participe en los asuntos sociales, es la equivocada idea de que ésta,
solo está referida a las acciones altruistas, es decir, a aquellas que se
realizan en forma desinteresada y sin esperar nada a cambio, como un acto de beneficencia. Para aclarar
esto debemos hacer algunas precisiones sobre la esencia de la participación social.
Desde
una visión general se puede definir la participación social como las
actividades que realizan los ciudadanos para involucrarse en los asuntos
públicos. De una manera más concreta, puede considerase como el conjunto de
acciones realizadas por individuos o
grupos de personas, que se organizan para
atender los intereses de un colectivo o de la sociedad en general. El
grado de participación varía de acuerdo al interés y el compromiso, que puede ir desde el simple cumplimiento de la
ley, hasta la posición altruista que está decidida al sacrifico con tal de que
se cumplan los más elevados fines sociales. Aquí nos encontramos con un aspecto polémico:
¿Qué es lo que motiva al ciudadano a participar en los asuntos públicos? Puede
ser el compromiso con el interés general o dicho de otra manera, el espíritu de
colaboración con el bien común, o puede ser la conveniencia individual de que
las cosas funcionen para poder beneficiarse de ellas.
Decir
que la participación social es la forma como el ciudadano colabora en la
construcción del bien común, puede resultar confusa si no se hacen algunas
precisiones al respecto. Uno de los críticos más agudos del bien común es Alf
Ross. Este sostiene que no existe un interés general o bien común, tal y como
se expresa en el párrafo anterior, ya que depende de preferencias subjetivas de
grupos o de personas. Para demostrar esto, propone el ejemplo de los dos
prisioneros que quieren huir de una cárcel, para lo cual pueden darse tres
supuestos: 1 - Que cada uno pueda lograrlo sin necesidad de recurrir al otro; 2
- Que para conseguirlo sea precisa la mutua colaboración; 3 - Que cada uno de
ellos estime que el éxito de su cooperación para la huida será completo si se
alcanza la libertad de ambos.
En
el primer caso nos hallamos ante intereses coincidentes que suponen la concurrencia de dos o más personas. En el
segundo, caso se dan intereses conexos, aquellos que para su satisfacción
exigen la mutua colaboración de quieres quieren alcanzarlos; solo en el tercer
supuesto puede hablarse en propiedad de intereses comunes, que implican
relaciones altruistas e impulsos desinteresados de ayuda mutua entre quienes
desean conseguirlos. Para Ross en las
circunstancias de la vida real, los intereses coincidentes o conexos responden
a situaciones de hecho, mientras que el bien común, es un valor que no se da
espontáneamente en la convivencia sino que exige un clima de solidaridad
colectiva y un compromiso social constructivo. (Ross A. 1958)
Si
aplicamos el ejemplo de Ross a nuestra sociedad, debemos concluir que en ella
se pueden encontrar las tres situaciones; hay personas que pretenden vivir y
resolver sus problema sin contar con los demás; otros entienden que solo
colaborando entre sí, pueden beneficiarse individualmente, y otros,
lamentablemente la minoría, consideran que lo ideal sería que todos
alcanzaran el estado de bienestar, cosa
que al citado autor le parece utopía.
Esta
forma de comportamiento lo podemos verificar en nuestra vida diaria en el
tráfico vehicular, específicamente cuando falla un semáforo. Allí nos vamos a
encontrar que habrá conductores que tratarán de pasar de cualquier manera sin
importa las consecuencias de su acción; otros cederán el paso y pedirán que
después se lo cedan a ellos, y por último,
puede encontrarse también, el que considera que, si alguien no se baja del carro para dirigir
el tráfico, el problema no se resolverá y se pueden producir accidentes.
Sin
negar de manera absoluta la presencia del altruismo en la sociedad, hay que
reconocer que en muchas ocasiones, en el fondo de la acción social está el
beneficio de un interés particular. El ciudadano es consciente de que la única
forma de garantizar su interés individual, es que el de la mayoría también esté
garantizado. Eso es lógico y no criticable, lo malo es pretender disfrazar o
ignorar las verdaderas intenciones bajo el manto de un altruismo que, muchas
veces es inexistente. Lo deseable sería que la actividad social se realice de
manera desinteresada, pero rechazarla o
satanizarla cuando al lado del beneficio colectivo también se persigue un
bienestar individual es un error.
2-
La participación como hecho político
Otro problema con que tropieza la sensibilización para la
participación es identificarla absolutamente con una acción política, o peor aún,
con un acto político partidista. El problema empieza con la interpretación que
se hace de la forma como está regulada la participación social en la
constitución. Esta considera que es el proceso mediante el cual la ciudadanía
interviene individual o colectivamente, en las instancias de toma de decisiones
sobre asuntos públicos que le afectan en lo político, económico y social. En la página de la asamblea nacional se hace
un llamado a la participación donde se
resalta que “con tu protagonismo, en el marco de una concepción de Estado Democrático, puedes alcanzar tu
desarrollo integral, tanto individual como colectivo, en la comunidad donde
convives” (www.asambleanacional.gov.es).
Se puede considerar que la
norma rectora en materia de participación es el artículo N° 62 que reza: “Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de
participar libremente en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus
representantes elegidos o elegidas. La participación del pueblo en la formación, ejecución y
control de la gestión pública es el medio necesario para lograr el protagonismo
que garantice su completo desarrollo, tanto individual como colectivo. Es
obligación del Estado y deber de la sociedad facilitar la generación de las
condiciones más favorables para su práctica.” (Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela 2000)
Además de las
normas anteriormente citadas, la constitución establece la posibilidad de que
los ciudadanos actúen en muchos casos concretos. Solo a título de información y
a los efectos de destacar la amplia gama
de opciones de participación que ofrece la constitución, paso a indicar algunas
normas constitucionales que permiten la
participación ciudadana en materias como:
Provisión de la seguridad ciudadana (Art.55);
Políticas
de salud (Art.83); Seguridad social (Art.86);
Educación
ciudadana;
En la vida política, civil y
comunitaria (Art.132);
Manejo de
la administración pública (Art. 141);
Iniciativa legislativa (Art. 204 y 205);
Selección
de jueces de paz y magistrados del tribunal supremo de justicia (Art.255 y 264);
Comité de Postulaciones Judiciales (Art. 270); Comité de Evaluaciones del Poder Ciudadano (Art. 279); En el Poder Electoral (Art. 294); Restablecimiento de la vigencia de la Constitución (Art. 333), Enmienda Constitucional, (Art. 341), Reforma Constitucional (Art. 342); Asamblea Nacional Constituyente (Art. 347), Para desconocer cualquier régimen autoritario y violador
de los derechos humanos (Art. 350).
No
hay dudas de que el texto constitucional
reconoce y permite la participación de los ciudadanos en la vida
pública; esto ha producido un incremento importante de la actividad social,
tanto en lo colectivo como en lo individual, pero hay que llamar la atención sobre actitudes negativas, propiciadas
principalmente por algunas personan que paradójicamente están encargadas de
fomentar la participación.
La
primera de estas actitudes negativas se manifiesta por la exigencia de que la
participación solo se realice involucrándose en organizaciones oficiales; por
ejemplo ejemplo: en el año 2007, se produjo
un deslave en la población de Playa Colorada estado Sucre, que dejó un
importante número de damnificados. Los organismos gubernamentales acudieron a
ayudarlos y paralelamente, un grupo de vecinos se organizó para hacerlo,
recibiendo un llamado de atención: “Todo debería canalizarse, por medio de los
consejos comunales del gobierno” Esto no es lo que dice la constitución, ni es
lo más conveniente para fomentar la participación social.
Pero
además de lo anterior, hay otra forma de interpretar la participación social,
que ahuyenta a la ciudadanía: la participación social solo debe entenderse como
un acto de colaboración con el gobierno; no se acepta la participación para
cuestionar el ejercicio de la función pública; expresarse en contra de los funcionarios
públicos es algo inaceptable y desestabilizador. Esta es otra forma equivocada
y a veces mal intencionada de interpretar la participación, la crítica
constructiva a la forma como se ejercen los cargos públicos es algo necesario
Debemos
concluir que, la participación es obviamente un acto
político que se orienta a favor de los intereses de la comunidad, pero no solo es
eso, es toda actuación de la ciudadanía,
que en forma conjunta o individual, trabaje por mejorar la vida de una
colectividad. Por lo tanto, reducirla a una actividad exclusivamente política
es ignorar la totalidad de su dimensión.
3
- La ciudadanía y la participación
En
los capítulos anteriores, nos hemos referido a dos problemas: entender la
participación social solo como acto altruista
o reducirla al activismo político. Ahora nos vamos dedicar a algo que consideramos
la verdadera esencia de la participación: la ciudadanía. En efecto, la
participación no es otra cosa que un acto de acción ciudadana; inclusive, en
muchas ocasiones se utiliza el nombre de participación ciudadana para hacer referencia a la participación
social. no vamos a teorizar sobre esto, analizaremos lo que debe entenderse
como un buen ciudadano a la luz de la participación social.; más que exponer un
concepto voy a referirme a lo que debe hacer una persona para considerarse como
buen ciudadano. En términos generales el buen ciudadano, es una persona
comprometida con lo público; la negación de la ciudadanía es la apatía y la
indiferencia. El filósofo José Gregorio Peces Barbas, presenta un interesante
perfil de lo que se puede considerar como un ciudadano:
·
“El ciudadano
es la persona que vive en una sociedad abierta y democrática. En las sociedades
cerradas y autoritarias viven súbditos”
·
“Acepta los valores, los principios, la
dignidad de todos y los derechos humanos, y participa de la vida política y
social”
·
“Rechaza el
odio y la dialéctica amigo-enemigo y se relaciona con los demás desde la
amistad cívica”
·
“Distingue
la ética privada de la pública, que es la propia de la acción política y que
fija los objetivos del poder y de su Derecho y la libre acción social”.
·
“En el tema
religioso es comprensivo y respetuoso; puede ser creyente o no creyente y
defiende la iglesia libre, separada del Estado libre”.
·
“En
relación con el derecho debe ser un fiel defensor y cumplidor de los deberes
legales Es respetuoso con la ley, tolerante, libre de discrepar desde las
reglas de juego de la Constitución y desde la aceptación del principio de las
mayorías”.
·
“La
condición de ciudadano se fortalece con la educación y es una responsabilidad
central del Estado y de la sociedad”. (www.fundacionciudadania.es)
La idea de ciudadanía de Peces Barba, abarca las diferentes
formas de relación entre el individuo y la comunidad: desde el ejercicio de la
democracia, pasando por la acción política, la religión el derecho etc. La
ciudadanía es una condición que se adquiere desde el momento en que la persona
que habita en una sociedad, toma conciencia del valor de lo público. Cuando se
supera la idea de que lo único que vale es el hogar privado y se valora y
defiende el hogar común, en ese momento se obtiene el “titulo de ciudadano”, o persona
respetuosa y comprometida con lo social.
Conclusión
¿De qué hablamos cuando hablamos de participación social? Simplemente,
de una de las formas de ejercer la ciudadanía en la construcción del bien
común. Comenzamos tratando de hacer
algunas precisiones sobre lo que, a nuestro juicio, son confusiones
perjudiciales a cerca de lo que debe considerarse como el derecho a la
participación; no negamos que el
ejercicio de la participación guarda relación principal con el altruismo y la política,
pero reducirlo a eso no es conveniente. Hay personas que trabajan en la solución de grandes problemas sociales, movidos
a la vez por la intención de satisfacer
intereses individuales; tampoco es bueno pretender reducir la participación a
acciones de grupos o asociaciones: muchas personas trabaja en forma individual
y silenciosa para la construcción de una
sociedad justa y solidaria.
Por otro lado, la participación es un derecho y al mismo
tiempo un deber; al ser un derecho, a nadie se le puede impedir que participe
en los asuntos públicos, ni se puede pretender controlarla desde el poder; al
ser un deber nadie puede mostrarse indiferente ante los problemas de la
colectividad, participar es obligatorio. La participación, como ejercicio de la
ciudadanía tiene sus grados, desde el nivel más bajo que es el simple acatamiento de las leyes, pasando
por la intervención de los asuntos vecinales o comunales, o el activismo
político, para terminar en las más elevadas acciones de ayuda a los
necesitados; son diferentes espacios y diferentes opciones, todas orientadas a ese ideal que es el bien común que
a juicio de la doctrina social de la iglesia debe entenderse como: “Todo un
conjunto de condiciones sociales que permitan a los ciudadanos el desarrollo
expedito y pleno de su propia perfección” Este debe ser el objetivo final de la
participación social.
Ciudad Guayana marzo de 2012
Referencias
electrónicas y bibliográficas
Ocho
Grandes mensajes BAC 1975
Ross
Alf Sobre el derecho y la justicia 1958
Constitución
de la república Bolivariana de Venezuela 2000
Los grados de ciudadanía mencionados no me dejan de recordar los estadios de las personas que indicó Kierkegaard. Creo que mucha de la participación actual, aparte de ser motivada por los derechos constitucionales, es consecuencia del proceso de resistencia o de choque que muchos ciudadanos tenemos contra el régimen oprobioso que detentar el poder. Para ejercer la ciudadanía tal y como está concebida en la constitución, y como es enunciada en este artículo, así como responder al perfil de Barbas, es prácticamente indispensable un Estado Democrático, en el que el Estado de Derecho sea un hecho. Excelente artículo profesor. Saludos.
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