sábado, 7 de abril de 2012

Las cosas absurdas del progreso




El mito del progreso, sostiene que la sociedad humana no evoluciona, se produce un indiscutible desarrollo en el campo científico, pero las relaciones humanas se mantienen iguales o peores. Las primeras horas de este Sábado de Gloria, se las dediqué a una de mis actividades favoritas para ejercitar la salud física y espiritual: caminar por el parque La Llovizna. El lugar estaba lleno de gente que le daba un ambiente festivo y agradable: unos trotaban, otros caminaban o hacían ejercicios en el gimnasio recientemente instalado, y otros simplemente paseaba o contemplaban la naturaleza. Disfrutando de todo esto, me llamó la atención la presencia de numeroso uniformados de la Guardia Nacional,  desplegados para garantizar la seguridad de los visitantes; entonces me acordé del mito del progresos, más bien, de las cosa absurdas que  a veces produce.

Visitar el parque La Llovizna era una de las excursiones favoritas de los habitantes de la recién fundada Ciudad Guayana a principios de los años 60.  Desde Puerto Ordaz era un viaje: había que tomar la vía de San Félix y luego la carretera hacia El Pao,  para entrar por el campamento de Edelca;  además,  se necesitaba sacar un pase en la alcabala que estaba  en la entrada de Macagua, porque no había libre acceso como hoy. El acontecimiento más recordado de aquella época, fue la tragedia de los maestros, tristemente recordada como La Tragedia de la Llovizna.

La Llovizna de aquel entonces no era el hermoso parque de hoy. Era un lugar decorado por la naturaleza, seco en verano y verde en invierno. Lo mismo pasaba con sus cascadas; todavía recuerdo el ruido que producía la fuerza del agua cuando el rio estaba lleno. Había una hermosa piscina natural, donde los visitantes podían hacer comidas y bañarse, e inclusive muchos colegios la utilizaban para retiros y excursiones. Pero sobre todo, era el reino de la paz y tranquilidad.

La construcción de La Llovizna de hoy vino después: se le debe  al señor Mendoza, a quien le dedicaré una crónica especial en otra oportunidad. En efecto, todo lo que hoy disfrutamos es producto de esa metáfora Guayanesa de Pedro Berroeta “La mano de Dios junto a la mano del hombre, así es Guayana”  Pero lo que se ganó por una parte, se perdió por otra. Como dije anteriormente, ayer era el reino de la belleza y la tranquilidad,  hoy es más hermoso, pero la gobernación tuvo que meter a la Guardia Nacional en el parque, porque la maldad humana amenaza con convertirlo en un sitio inseguro. Mientras que ayer había que estar atento, porque del bosque podía saltar un chigüire, un venado o un váquiro, hoy aparecen unos individuos que pistola en mano atracan a los visitantes. Sencillamente ¡trágico!

Estos son los absurdos del progreso: en la medida en que mejoramos las cosas, nuestras relaciones empeoran y la vida se hace más complicada. Se construye y mejora un hermoso parque, pero paradójicamente se atrae a la delincuencia. Parece que hay males que la ciencia no puede remediar y demonios que no se pueden evitar.

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