domingo, 7 de abril de 2013

Duelo compartido


Antes de conocerse la noticia del fallecimiento del presidente Chávez había mucha inquietud por lo que podía pasar. Muchos pronosticaban escenarios de violencia por el enfrentamiento entre el dolor y la alegría que se iba a manifestar, pero eso no sucedió. Es verdad que al saberse la noticia hubo nerviosísimo, la gente se “recogió” temprano y, algunas acciones aisladas pretendieron alterar el orden, pero nada más, el país no reaccionó como muchos temían.

La muerte de un personaje importante, como lo fue Hugo Chávez para Venezuela, se vivió de manera muy diferente: unos expresaron amor, otros, agradecimiento, respeto, y muchos, simplemente guardaron silencio. Venezuela vivió 10 días de duelo que, de una u otra manera todos compartimos.
La forma como el país vivió el duelo por el presidente demuestra que en situaciones difíciles podemos ponernos de acuerdo, dejar de lado los intereses y pasiones personales y trabajar por el bien del colectivo. La idea de que Venezuela está dividida en dos partes irreconciliables no es del todo cierta; es verdad que hay una división real causada por la pobreza y la injusticia social, y una división artificial creada por la manipulación política del odio, pero esto no es irreversible, personalmente creo que esta situación es superable.

Uno de los logros más importantes que se le atribuyen al presidente Chávez es su preocupación por la pobreza. Indiscutiblemente que este es el gran tema de la humanidad: no puede haber paz mientras un gran número de seres humanos no tengan posibilidades de vida digna. Este problema que desde hace mucho tiempo viene denunciando la Iglesia católica, no se resuelve con las recetas que ofrecen las ideologías políticas, es necesario un compromiso personal e institucional y, lo más importante, un gran acuerdo nacional para disminuir gradualmente este trauma social.

De igual forma que se reconoce el valor de las misiones sociales creadas por Chávez, también se le critica que ha sido promotor de una división que ocasiones llega hasta el odio irracional. Esto puede superarse si se revierte la estrategia política que busca capitalizar los sentimientos que producen las desigualdades sociales, y en vez de promover odio se siembren virtudes ciudadanas, como la solidaridad social, por ejemplo.

Me cuentan que en las colas que se formaron para ver al presidente en la Academia Militar coincidieron chavistas y opositores que compartieron sin odios ese momento. Claro, no hay que ser ingenuo, allí no estaba en juego el poder: se puede compartir el duelo pacíficamente, pero la lucha por el poder es otra cosa. Ya empieza el torneo de “insultos electorales”; allí está la raíz del problema en que estamos metidos. Creo que no hacen falta en más explicaciones porque, como reza el refrán, a buen entendedor pocas palabras bastan.

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