domingo, 7 de abril de 2013

Ética, conciencia y talanquera


El caso del diputado Hernán Núñez coloca nuevamente sobre el tapete el debate del “fraude a los electores”, o lo que coloquialmente se denomina “el salto de la talanquera”, que para muchos es un comportamiento poco ético de algunos diputados que traicionan la confianza de las personas que votaron por ellos.

La cosa no es tan sencilla como parece, porque si bien es cierto que los diputados que tienen que ser fieles a quienes lo eligieron, esto no puede llegar al extremo de obligarlos a tomar decisiones que vayan en contra de lo que les dicte su conciencia. Para no correr riesgos políticos, en el 2010 la mayoría oficialista aprobó una reforma a la ley de partidos políticos, donde se establecen sanciones para los diputados que se “pasen para el otro bando”. Según el texto de la ley, “constituye fraude a los electores toda conducta que se aparte de las orientaciones y posiciones políticas presentadas en el programa de gestión de oferta electoral”, y si esto se produce, puede acarrear hasta la destitución del cargo.

Si me preguntan por la constitucionalidad de la ley, considero que en los términos en que está redactada es evidentemente inconstitucional, porque no se puede someter de manera tan radical la libertad que deben tener las personas de asumir posiciones políticas o decidir de acuerdo con su conciencia; por ejemplo: si un diputado es católico y no está de acuerdo con el aborto, el hecho de que su bancada apoye su aprobación, no puede obligarlo a que cambie de opinión y respalde esa propuesta.

Pero el problema del salto de la talanquera no se refiere a la situación anterior, lo que se cuestiona es la traición a los ideales de los electores por conveniencia “política”: si en la oferta electoral se presentó un programa que atrajo muchas personas, y eso ayudó a alcanzar el cargo, actuar de manera diferente por interés personal y sin justificación razonable, perjudicando a quienes lo eligieron es algo verdaderamente inmoral.

Para concluir y aunque parezca una ingenuidad, no se puede obligar a nadie a actuar en contra de su conciencia ni a asumir posiciones políticas que no se comparten, pero si el diputado se decepciona de su bancada, lo que debe hacer éticamente es asumir una posición independiente o renunciar al cargo, no cambiar de bando y de la noche a la mañana transformarse en lo que ayer se combatía y criticaba. Y si lo que está en juego es una votación trascendental para los destinos del país y su voto es decisivo, si no quiere despertar sospechas, lo mejor es que se abstenga de votar porque el pueblo no es tonto.

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