domingo, 7 de abril de 2013

Hacerse el loco


Los amantes del cine pueden recordar aquella película que catapultó a la fama a Jack Nicholson, presentada en nuestro país con el título Atrapado sin salida. Cuenta la historia de un condenado a prisión que, para no ir a la cárcel finge tener trastornos mentales, y así consigue su propósito y es recluido en un hospital psiquiátrico. La cosa no resulta como el protagonista esperaba, pues sus relaciones con los demás internos y el personal del hospital se tornan problemáticas produciéndose un trágico desenlace. Del argumento de la obra se pueden extraer varias conclusiones, entre ellas que, a veces, “hacerse el loco” para evadir la realidad no es un buen negocio.

Traigo lo anterior a colación porque no puedo evitar referirme a la situación nacional generada -entre otras cosas- por la salud del Presidente. La semana pasada escribí sobre el peligro de acostumbrarse a las circunstancias y no actuar para cambiarlas cuando estas se vuelven perjudiciales, ahora me refiero a otra actitud que puede resulta sumamente peligrosa: “Hacerse el loco”.
Escuchaba una conversación sobre la dificultad para resolver los problemas que tenemos como sociedad, por los odios políticos y las posturas irreconciliables, cuando uno de los circunstante soltó la perla: hay que “hacerse el loco” para evitar problemas; “que se maten los políticos o los que tienen intereses en juego de lado y lado”; yo le “echo pichón” trabajando y “toreo los problemas”. Lo anteriormente expuesto es compartido y practicado por más de uno. Y no se trata de la resignación comentada la semana pasada, porque el resignado acepta la realidad, es algo peor, es fingir, que no se sabe lo que está pasando o no se entiende la magnitud del problema, para evitar las consecuencias de fijar posición y tener que actuar.

A quienes cultivan estas ideas les recomiendo la película de Nicholson, para que vean los riesgos que pueden correr los que se “hacen los locos” para provecharse: que tengan que vivir como locos; que los traten como a unos locos y, que en definitiva, “paren” en locos de verdad.

Para terminar debo aclarar que, tengo el mayor respeto por las personas que sufren trastornos mentales; creo que el lector entiende perfectamente que no me refiero a ellos sino a otro tipo de personas y otra forma de locura. Diariamente podemos escuchar interesantes disertaciones de los especialistas en política o psicología social que tratan de encontrar la causa raíz de este drama incomprensible ¿Por qué un país con tantos recursos materiales y humanos está tan mal y vive en una eterna peleadera? Hay varias razones pero la principal es la actitud de la gente. Me perdonan el coloquialismo empleado en este artículo pero con los “echaos” y los que se “hacen los locos” no vamos a ninguna parte.

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