jueves, 25 de noviembre de 2010

Conversaciones sin rostro

Simone de Beauvoir, en su libro América día a día, que es una especie de diario del viaje que realizó a los Estados Unidos en los primeros meses del año 1947, se quejaba de las conversaciones que tenía que realizar  a través  del hilo telefónico con personas que muchas veces  no conocía: “eran solo son nombres sin rostro anotados en una agenda”.  Esto, que para la famosa escritora era algo inaceptable dentro de lo que consideraba una buena relación humana, es  muy natural en nuestros días:  se puede decir sin exagerar, que la conversación telefónica “sin rostro” es más común que la conversación humana “cara a cara”. No sabemos que habría pensado   la mítica figura de las letras francesas,  si hubiera observado el uso exagerado hace el hombre de hoy del teléfono celular; lo usa hasta para hablar con los que están a su lado, poniendo en peligro de extinción una de las cosas que más necesitamos  los seres humanos: la conversación personal.  Si consideraba al viejo teléfono como un aparato maléfico, que pensaría del moderno Blackberry,  que en muchas ocasiones,  hace que el hombre de hoy se identifique más con las máquinas que con los seres orgánicos,  igual que en la metáfora apocalíptica de la película de Stanley Kubrick  2001 Odisea del Espacio.
Los trastornos de conducta que produce la adicción al celular son objeto de estudio profesional especializado. Pero desde el campo de la literatura también se han levantado voces de crítica y alerta. Arturo Pérez Reverte en su libro Con ánimo de ofender ,  reproduce un artículo que  titula El bobo del móvil (En España se le dice móvil al celular) Allí, con su pluma irónica y demoledora, arremete contra las personas que utilizan los celulares de la manera absurda, inoportuna e inadecuada: el que en las colas cuenta su vida a viva voz y no deja vivir a los demás;  el que al hablar gesticula exageradamente  y trata de ilustrar con lenguaje corporal, cuando quien lo escucha no lo ve y quien lo está viendo no lo escucha; los que en la tranquilidad de las salas de espera se esmeran en dar  instrucciones domésticas o profesionales , que no permiten a los demás ocuparse de sus propios pensamientos o preocupaciones etc.   Son solo unos ejemplos que con buen estilo y humor narra el autor. Entre nosotros las cosas pueden ser más graves, como el caso  de las cenas de fin de año, donde  las tradicionales anécdotas o el poema Las Uvas del Tiempo de Andrés Eloy Blanco fueron sustituidos  por el facebook  y los mensajes de texto.
El cantautor uruguayo Jorge Drexler en la canción Mi guitarra y vos  dice “el hombre hace la máquina… y  es lo que el hombre hace con ella”  En efecto, los avances tecnológicos deben estar al servicio del hombre como  “instrumentos” de ayuda y de crecimiento personal.  Hay niños que  solo quieren aprobar el curso para que el regalen un Blackberry, que es el sueño de moda.  Los padres tienen que orientarlos, porque los teléfonos son para comunicarse  y  cultivar relaciones humanas. Lo importante son los amigos no los “contactos” y la verdadera amistad necesita del “cara a cara”  La alerta que en 1947 lanzó Simone de Beauvoir  rechazando las conversaciones sin rostro, está vigente, porque la explosión tecnológica nos está convirtiendo en “seres de metal” Nada es más importante que una sonrisa o una mirada  y eso no lo produce ninguna máquina: Decía Antonio Machado “Los ojos en que te miras son ojos porque te ven” Jblanco@ucab.edu

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