Hace unos días, un familiar que viajó al exterior me trajo la novela de John Carlín, El factor Humano. En ese libro se basa la película Invictus, que se ha convertido en una especie de fenómeno político, objeto de discusión y análisis en colegios y universidades; inclusive, Vladimir Villegas le recomienda al presidente Chávez que le dedique dos horas a verla. Al leer el libro nos encontramos con el genio político de Mandela, pero en él hay mucho más que eso: tal y como lo reconoce su autor, la vida de Mandela es una lección sobre el arte de relacionarse con las personas, pues nadie mejor que él domina el oficio de hacer amigos e influir en la gente, sea quien sea.
En Política, Nelson Mandela marca diferencias. “Todos los políticos son seductores profesionales. Viven de cortejar a la gente y si hacen bien su trabajo, si tienen talento para conectar bien con el pueblo prosperan”. La tarea del político es ganar gente para su causa, pero Mandela tiene una ambición mayor, no solo quiere conseguir adeptos, también se propone conquistar a sus enemigos. Ahora bien, ver solamente la actuación política de Mandela, opaca la grandiosidad de la humanidad del personaje. Mandela plantea una forma diferente de interpretar la vida: cuando es condenado a cadena perpetua, entiende que está forzado a vivir con los carceleros que le privan de la libertad, y lo primero que hace es establecer buenas relacione con ellos; su forma de tratar y hablarle a la gente desarma cualquier comportamiento violento; su disciplina personal, tanto como prisionero o como presidente es una verdadera lección de autoestima y humanidad. La lectura de Factor humano nos coloca ante un verdadero gigante del arte de vivir; nosotros, que estamos metidos en la cultura de la confrontación, viviendo en conflictos permanentes y haciendo constante apología de la violencia, al lado de Mandela parecemos miniaturas morales.
En la película Invictus hay una escena que resulta aleccionadora para el momento que vivimos: después de ganar la presidencia, Mandela observa un titular de prensa que se refería a él, diciendo: “Puede ganar una elección, pero, podrá gobernar el país”. Su acompañante le dice que no le haga caso y el responde: “Es una pregunta legítima”. Lo demás es historia, muy bien contada en el libro o en la película. En Venezuela, nuestros políticos creen que lo único importante es tener la mayoría para ganar elecciones; se preparan para ser candidatos, pero muchas veces se olvidan de lo importante que es prepararse para gobernar. Tener la mayoría garantiza el triunfo electoral, pero no la gobernabilidad, y eso está demostrado con los acontecimientos de los últimos años.
Dice la crítica que, El factor humano podría ser la novela del año 2009, de no ser porque todo lo que cuenta sucedió de verdad. Personalmente, considero que es un libro de lectura obligatoria, sobre todo en un país como el nuestro, donde la crisis política está produciendo una profunda división social; un libro que enseña el arte de perdonar para poder convivir y que busca despertar lo más humano de los corazones. Ojala que en medio de un panorama tan oscuro como el que nos ha tocado vivir, nos llegue un poco de la luz de Mandela.
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