martes, 16 de noviembre de 2010

La sombra de Sísifo

Sísifo, personaje de La Odisea de  Homero, es castigado por los dioses y condenado a empujar un peñasco gigante montaña arriba hasta la cima, pero cada vez que se acerca, la piedra se viene abajo y Sísifo tiene que comenzar una y otra vez esta dura e interminable tarea. Albert Camus utiliza este pasaje homérico, para hacer un ensayo sobre el hombre absurdo y la inutilidad de su vida. El citado autor reflexiona sobre el valor de la vida, presentando este mito como metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre moderno, que consume su vida en actividades totalmente deshumanizadas, dejado siempre latente la pregunta: ¿Vale la pena vivir la vida? El drama de Sísifo se presenta como símbolo del absurdo de la condición humana.

A pesar del tiempo que ha trascurrido y del aparente momento estelar del progreso, la imagen de Sísifo sigue vigente. El hombre de hoy ha alcanzado un increíble adelanto científico, pero no ha logrado resolver sus grandes problemas, ni liberarse de los miedos que le agobian: la enfermedad, la vejez, la muerte,  el fracaso, la soledad etc.  En nuestro país, además de esos problemas antropológicos,  tenemos otro adicional: la errada conducción política. Si analizamos la historia reciente, parece una crónica de desaciertos y fracasos: no acaba de consolidarse un proyecto viable de vida común y desarrollo social; cada día hay un nuevo problema; pareciera que “Sísifo es el país”, que lucha sin esperanza por superar la cuesta de sus traumas sociales.

 En días pasados, una persona que sigue mis opiniones, decepciona por la realidad venezolana me dijo: “Tú no te has dado cuenta de que aquí no hay nada que hacer, todo está perdido, esto no se arregla con un cambio de gobierno,  porque el problema es que somos un fracaso como personas y como sociedad”, Esta visión pesimista del país no es un hecho aislado, sino que está creciendo en forma rápida y preocupante: la sombra de Sísifo se cierne sobre los venezolanos.

Personalmente no comparto esta visión pesimista de la vida. Siempre recuerdo a mi maestro, el sacerdote jesuita Luis María Olaso, ejemplo de vida comprometida con la búsqueda de la justicia y la esperanza de un mundo mejor. En la primera clase de introducción al derecho, nos recomendó la lectura del libro Ocho Grandes Mensajes, obra que contiene parte importante de la doctrina social de la Iglesia Católica, con sabias recomendaciones sobre la prudencia política de los gobernantes y la participación responsable de los ciudadanos. Allí se interpretan los signos de los tiempos, se analizan las máximas necesidades de los hombres, hacia dónde camina el mundo y cuáles son las grandes rutas por las que hay que buscar una paz fundamentada en la justicia.

Son mensajes de optimismo ante tanta oscuridad. Nos decía el padre Olaso, que el creía firmemente en eso, y repetía la célebre frase del Concilio Vaticano Segundo “El porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones  venideras, razones para vivir y razones para esperar” Creo que hay que inspirarse en estas ideas, porque constituyen el cimiento de la vida humana,  que se nutre de la esperanza, de que siempre al final, la buena voluntad, el esfuerzo y la justicia se imponen a la adversidad. Hasta Camus reconocía que, cuando Sísifo empuja la piedra, lo hace con esperanza. Jblanco@ucab.edu.ve  

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