miércoles, 10 de noviembre de 2010

La muerte de un ser querido

Epicuro, ilustre filosofo griego, consideraba que la muerte no es nada para nosotros, porque, “mientras vivimos no existe la muerte, y cuando la muerte existe, nosotros ya no somos. Por tanto la muerte no existe ni para los vivos ni para los muertos porque para los unos no existe, y los otros ya no son”. Estos razonamientos que datan del año  300 antes  de Cristo, no convencen mucho al hombre de hoy, que le teme tanto a la muerte, que trata de evitarla a toda costa y  lo mejor que ha  inventado para remediarla es ignorarla, no hablar de ella,  ni pensar en ella. Otra figura emblemática del pensamiento filosófico griego, Sócrates,  antes de beber la cicuta, trata de convencer a sus amigos que le acompañan en ese difícil momento,  que no tienen que preocuparse, porque de acuerdo con la teoría de los contrarios, si cada cosa tiene necesariamente un  lado opuesto,  y lo contrario a nacer es  morir, lo contrario a morir tiene que ser revivir.

Las especulaciones filosóficas sobre la muerte siempre tendrán vigencia porque nadie puede saber  de antemano en qué consiste como experiencia personal. En consecuencia,  no se puede afirmar ni negar la tesis de Epicuro o Sócrates, ni podemos saber si la muerte es un bien o un mal. Pero lo que ciertamente es real y nos produce un profundo dolor es la muerte de los seres queridos. José Luis Martin Descalzo, en su libro  Razones para vivir, dice que la muerte de un ser querido es una mutilación que el ser humano no esta preparado para enfrentar. No hay remedios ni razones, que puedan hacer desaparecer los sentimientos. Es más, afirma que nadie es completamente humano si no ha vivido esa experiencia: cuando se pierde a un ser querido la vida cambia, las cosas tienen otro sentido, se  vive de otra manera.  Por otro lado,  Ricardo Yépes Stork en  sus Fundamentos de Antropología, analizando el impacto de la muerte en el hogar asevera  “Inclusive la muerte de alguien cercano, en la casa, puede tener aire de fiesta, pues es en esas ocasiones cuando se descubre el cariño, el amor que es fuerte como una roca y que en la vida de lo ordinario no se dice”.  En conclusión, cuando un ser querido muere, renace en la intensidad del amor que crece en los corazones de quienes lo aman; “vive de otra manera dentro de nosotros”.  Lo que materialmente es considerado como ausencia,  muchas veces se convierte en una fuerte presencia espiritual.

Hoy se conmemora el día de los fieles difuntos. Apartando el significado religioso de la fecha, las imágenes de los camposantos llenos de gente, dicen mucho  más,  que lo que las palabras pueden expresar.  Si hay algo que verdaderamente no puede vencer la muerte, es el amor hacia los seres queridos. Hace unos días fui al cementerio a visitar la tumba de mi padre,  y puede apreciar que  en la mayoría de  las tumbas había flores  frescas recién colocadas,  que le daban un aspecto especial al paisaje, parecido a esas nostálgicas pinturas impresionistas de Monet,  que trasmiten paz y serenidad. Pero no las vi como homenaje mortuorio,  sino como signo de  vida espiritual  permanente. Porque como decía Gonzalo  Torrente Ballester en sus Mundos Imaginarios “Nadie se muere hasta que lo olvidan, la única manera de morir es ser olvidado” Por eso hoy es un día especial,  en que  se manifiesta intensamente algo que indiscutiblemente nos hace más humanos: el amor, el recuerdo y la vida de los seres  queridos.  jblanco@ucab.edu.ve

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