martes, 30 de noviembre de 2010

El humanismo ignaciano en Guayana

El pasado domingo se  celebró el abrazo en familia en el marco de los 45 años del Colegio Loyola. Fue un acto emotivo que llenó de alumnos y exalumnos la hermosa capilla del colegio. Allí afloraron muchos sentimientos por todo lo que el acto significó: el encuentro con los viejos compañeros, las añoranzas de la juventud en el bachillerato,  las remembranzas de los inicios del colegio, y   muy especialmente el agradecimiento a  todos los que de una u otra manera han construido la historia “del Loyola” en nuestra ciudad: un momento especial de profundo contenido ignaciano.

Para hablar de los 45 años del Colegio Loyola  y de  la labor de los jesuitas en Guayana  se necesitan varios artículos. Son muchos años, muchas experiencias  y muchas interpretaciones: se puede decir que, individualmente “cada  quien tiene su Loyola”. Mientras se celebraba la misa  recordé principalmente: de mi infancia, las visitas del P.  Palacios al negocio de mi papá en el recién inaugurado Centro Comercial Caroní, y sus largas conversaciones sobre cosas que para mí eran incomprensibles; de mi adolescencia rebelde en el bachillerato,  al P. Baquedano, pretendiendo que a esa edad entendiéramos la narrativa angustiosa de Steinbeck, o las diapositivas del P. Ollaquindia en sus disertaciones sobre la historia del arte;  y por encima de todo, aquellos  inolvidables  equipos de fútbol del  Loyola, que marcaban pauta en los torneos estatales, dirigidos exitosamente por el P. Odriozola. Después vino la etapa de la madurez en la Ucab - Caracas, con las enseñanzas del P. Olaso y recientemente la creación de  Ucab - Guayana bajo la dirección material y espiritual del P. Luis Ugalde.  Pero si algo tengo presente  como ejemplo de vida comprometida, son las últimas misas del P. Ollaquindia, luchando hasta el final contra un deterioro físico que acabó con su cuerpo, pero que no pudo derrotar su espíritu.

Hoy al lado del Loyola está la UCAB, formando un complejo educativo que difícilmente puede encontrarse en otro lugar del país, donde, en un mismo sitio,  un niño puede entrar a estudiar Kínder y al crecer, cursar primaria, secundaria, pregrado y salir con un título de postgrado;  indiscutiblemente, una de las obras más importantes en la historia de Guayana,  que junto a Fe y Alegría y a las demás obras de la Compañía de Jesús son ejemplo de trabajo y compromiso con la educación y el futuro del país.

Pero más allá de las instalaciones  y de la excelencia docente, creo que la obra de los jesuitas en Guayana ha dejado algo mucho más importante: El humanismo ignaciano. En efecto, en momentos en que la humanidad le da la espalda al hombre, y ante el progreso científico se manifiesta un gran empobrecimiento humano, el mensaje de San Ignacio está vigente.  En días pasados me preguntaron sobre un buen ejemplo de humanismo, e inmediatamente recordé el presupuesto de los Ejercicios Espirituales que dice: “… Se ha de presuponer que todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquiera cómo la entiende, y, si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve.”  Se pueden alabar o criticar muchas cosas del Colegio y de sus egresados; no hay obra humana perfecta.  Pero por encima de todo hay un mensaje y una ética, que se grava en el corazón  de quienes más allá del prestigio que puede ofrecer la fama o la calidad educativa,  aprenden que en la vida lo más importante es amar y servir. jblanco@ucab.edu.ve

1 comentario:

  1. "...que en la vida lo más importante es amar y servir": confiemos profesor que las luces a nuestra sociedad que salen y salen de las aulas -de la UCAB- tomen eso muy en cuenta.

    La UNIVERSIDAD debe brindarle encuentros reales a los estudiantes para que eso sea posible. No basta el conocimient...nos vemos.

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