miércoles, 10 de noviembre de 2010

Llegar a viejo


En la novela Memorias de Adriano de Marguerite  Yourcenar, el viejo emperador reflexiona sobre los últimos años de su vida, diciendo que, “había llegado a la edad en  que la vida, para cualquier hombre, es una derrota aceptada”. Esta visión pesimista de la vejez, parece reafirmarse cada día, cuando vemos las constantes protestas de los jubilados, o denuncias,  como la que recientemente apareció en la página web de  Anauco,  que palabras  más, palabras menos, decía que, el venezolano, después  de cierta edad es una especie de arrinconado social, sin oportunidades de trabajo ni expectativas de futuro. Pero lo más preocupante, es el rechazo del hombre común a una etapa natural de la vida humana como es la vejez; porque si envejecer es algo malo, que hay que evitar a toda costa, Adriano tendría razón, ya que, a fin de cuentas, el camino de la vida siempre conduciría a la derrota y al fracaso de la ancianidad. Yo me niego a aceptar esta idea. Por eso, ante esa perspectiva oscura de la vejez voy a citar las voces del optimismo.

Es indudable, que el hombre de hoy se preocupa más por el cuidado del cuerpo que por la calidad de su vida; por eso le aterra envejecer. Pero no todos piensan  de la misma manera. En los cuadernos de Saramago,  el escritor elogia a Rita Levi Montalcini, Premio Novel de Medicina 1984,  que próxima a cumplir cien años dijo lo siguiente: “Nunca he pensado en mi misma. Vivir o morir es la misma cosa. Porque, naturalmente, la vida no está en este pequeño cuerpo. Lo importante es la forma en que hemos vivido y el mensaje que dejamos. Eso es lo que nos sobrevive, eso es la inmortalidad. Es ridículo  obsesionarse con el envejecimiento. Mi cerebro es mejor ahora que cuando era joven. Es verdad que veo mal y oigo peor, pero mi cabeza está funcionando siempre bien. Lo fundamental es tener activo el cerebro, intentar ayudar a los demás y conservar la curiosidad por el mundo.”  En un mundo obsesionado por el embellecimiento físico, donde se aprecia más el buen cuerpo que a la buena persona, hay que reconocer lo acertado que está Saramago cuando dice; Rita es el camino.

El título de este artículo, lo tome prestado de una canción de Serrat, donde utiliza la belleza de sus versos, para reclamar un trato justo para los viejos: “Quizás llegar a viejo seria todo un progreso… Si después de darlo todo -en justa correspondencia- todo estuviese pagado y el carnet de jubilado abriese todas las puertas” Por cosas como ésta, es que tiene que preocuparse la política: por borrar esas caras de tristeza que vemos  en los asilos o el espectáculo de los jubilados que tienen que estar en huelga permanente para que se acuerden de ellos. Una forma rápida de ayudar, es empezar  por cambiar  la idea que se tiene de la vejez.  No pretendo promover una especie de “neoestoicismo” para que la gente comience a amar a la ancianidad de la noche a la mañana. Me conformaría con un cambio de actitud hacia los mayores, para que sientan que su valor personal no se pierde por el avance de la edad. La mejor forma de trabajar por esto, es poner nuestro grano de arena, porque las cosas cambiarían, si como dice Serrat, “entendiésemos que todos llevamos un viejo encima”.

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