sábado, 20 de noviembre de 2010

El tiempo y la vida humana

Si hay algo que caracteriza indiscutiblemente a la vida humana es su condición temporal; a pesar de la grandeza del hombre, su existencia está limitada en el tiempo: nadie vive para siempre. La temporalidad humana ha sido objeto de interminables reflexiones a través de la historia, convirtiéndose en un enigma que para muchos es incompresible. Pero dejando de lado la profundidad teológica o filosófica, al hombre  de hoy lo que le preocupa es descubrir la mejor forma de “vivir el tiempo”; no importa la duración, sino la calidad de la vida. No es un tema para tan corto espacio, pero sobre él se pueden decir algunas cosas, e inclusive, advertir sobre algunos peligros: Es posible que ante la obsesión por derrotar el tiempo, el hombre se esté olvidando,  que lo más importante es vivir, y no vivir de cualquier manera, sino vivir como un ser humano.
El hombre trata de vencer el tiempo y para eso utiliza la velocidad. Los avances tecnológicos le permiten desplazarse, o hacer cosas más rápidamente. Con esto se logra producir más en menos tiempo, y quien más produce es más exitoso y competitivo. Para el hombre de hoy el tiempo es uno de los recursos más preciados; no hay pecado mayor que perder el tiempo. Por otro lado,  para tener éxito hay que organizar el tiempo: quien no lleva agenda  o prepara  cronogramas de actividades está condenado al  fracaso. Ahora bien, como todo en la vida, los excesos son malos, y el afán de productividad u organización  están ocasionando dos  fenómenos, que pueden calificarse como enfermedades de la postmodernidad: “El imperio del reloj” y  la “Dictadura de la Agenda” En efecto, hay una adición exagerada a “mirar la hora” y una obsesión por “ordenar el futuro” planificando exageradamente de antemano lo que se va a hacer. Roger Polt Droit en su libro Experiencias de la Filosofía Cotidiana, propone 101 experimentos sencillos para vivir, mirando nuestra vida con otros ojos. El experimento numero 98 se llama “Quitarse el Reloj”; Consiste en tratar de vivir normalmente, algunos periodos de tiempo, sin reloj. La sensaciones son interesantes: en un primer momento la persona se siente insegura y desconectada, pero si se insiste y se entrena, se aprende a percibir el tiempo de una manera, diferente, interna, natural y relajada. Según el autor, si usted consulta la hora cada cuarto de hora, se ha convertido en un adicto, que está siendo perjudicado por el reloj. Lo mismo ocurre con las personas obsesionadas con la “agendización”, nunca viven el presente porque solo están pendiente de lo que tienen que hacer en el futuro.
J. Leclerq en su libro El elogio a la pereza, hace una propuesta alternativa a los problemas antes mencionados “Hay que abolir la prisa, ser dueños del tiempo y la situación, vivir con serenidad y sin sobresalto, no haciéndose esclavos de los horarios, ni de los resultados, ni de la planificación, porque “la demora misma es la ganancia del sentido… “Las grandes obras y los grandes gozos no se saborean corriendo”. Esta semana gran cantidad de personas sale de vacaciones, y lo paradójico, es que en vez de ir a descansar,  van a sumergirse en un tumulto de gente  y en el apresuramiento de cien cosas a la vez.  Ante este panorama, es necesario rescatar el ritmo natural de la vida humana. Decía  Ricardo Yepes “Vivimos en un mundo que ha perdido la paciencia y ante esta situación lo único recomendable es aprender a esperar”.  jblanco@ucab.edu.v

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